La Naranja a la Mitad

Thursday, March 25, 2010 8:08 PM Posted by Louisianee
Había una vez una naranja. Una pequeña naranja anaranjada. Se sentía algo vacía, como que algo le faltaba.
–Me falta algo –decía–. Pero, ¿qué?
La pequeña naranjita anaranjada buscó por todo el bosque. Necesitaba saber qué le faltaba. Al fin llegó a un lago. Se asomó a sus aguas y se reflejó en el mismo. ¡Qué sorpresa! ¡A la naranjita le faltaba la mitad de su cuerpo!
–¡Oh Dios mío! –Exclamó la naranja con extrema preocupación-. Así que esto es lo que me falta… Mi otra mitad.
Cerca de ella pasó una pequeña ave que se conmovió al ver a la pobre naranjita anaranjada.
–Quizás necesitas encontrar a otro igual a ti. ¿No crees? –le preguntó, tratando de ayudar en algo.
–No lo sé… yo… no sé nada. Solo sé que me siento vacía como nunca.
–Elemental –dijo el ave–, no estás completa.
–Iré en busca de mi otra mitad.
–Buena suerte, naranjita –exclamó el ave mientras le echaba porras.
Y así, la pequeña salió en busca de su media naranja. Primero decidió ir a la montaña. Por fin llegó donde unos verdes arbustos mostraban sus rojos y pequeños adornos. La naranjita decidió acercarse.
–Hola –saludó con entusiasmo y simpatía–. ¿Quiénes son ustedes?
–Nosotras somos las fresas –respondieron al unísono las dichosas frutas.
La naranja pensó que eran muy lindas. Se veían hasta sabrosas, con ese increíble color carmesí que llamaban a los más fervientes paladares.
–Ando buscando a alguien que me acompañe –dijo la naranja.
Las fresas se rieron de ella.
–Pero eres demasiado gorda, grande y naranja para entrar en nuestro círculo. De hecho, creo que si intentaras colgarte de una de nuestras ramas, la romperías. Ni pienses que por aquí encontrarás a alguien como tú –dijo una antipática y ácida fresa.
Las demás volvieron a reír y la naranja se sintió devastada y desilusionada. Se veían tan amables, pensó. Pero no. Mejor sería buscar en otro lado. Anduvo por ahí, cerquita, y al fin encontró otro tipo de árbol. Esas frutas eran anaranjadas, quizás tendría oportunidad. Se acercó al árbol y saludó.
–¡Hola! ¿Quiénes son ustedes?
–Nosotros somos los duraznos –dijo uno de ellos con aire de sabio.
–Eh, no pude evitar que me llamara la atención su color tan parecido al mío –afirmó la naranjita para romper el hielo que se hizo con un momento áspero de silencio.
–¿Si? Interesante, puesto que nuestro color es definitivamente mucho más pastel que el tuyo. Además… no pensarías comparar tu horrible piel con la nuestra, tan aterciopelada, suave y apetecible…
La naranjita alzó una ceja. ¡Qué descaro! ¡Qué ofensa!
–Si, bueno… nos vemos –se despidió cabizbaja y ofendida.
Decidió caminar un poco más y se topó con otros arbustos, mucho más bajitos. Hasta parecían de fresas. Pero no… Eran más oscuras sus bayas. Se acercó más y más.
–Hola… –saludó con algo de desgano por las experiencias pasadas–. ¿Quiénes son ustedes?
–¡Nosotras somos las moras!
–Ah…
–Ah… ¡no! ¡Fuera de aquí! –dijeron las moras.
–Pero, pero ¿por qué? ¿Qué hice? –preguntó la naranja desconcertada.
–Eres demasiado aburrida y triste para nuestra explosiva acidez –respondieron las moras al unísono.
–¡Qué! Esto es el colmo…
La naranjita se dio la vuelta… ¡NO! ¡Qué horror…! “Me voy de aquí”, pensó. Y se largó tan rápido como lo pensó. Volvió a su hogar y al llegar, vio a la misma ave que antes le había animado.
–Hola. No te ves muy animada. Debo suponer que no conseguiste tu otra mitad.
–Eh… no –respondió la naranjita con desilusión.
–¿Entonces?
–¿Entonces qué? Estoy perdida…
–Quizás la felicidad está donde tú estás… quizás no tienes que buscarla en lugares lejanos.
–¿Qué quiere decir? –preguntó la naranja con intriga.
–Tú lo sabrás –se limitó a decir el ave mientras extendió sus alas en vuelo.
–¿Yo lo sabré? Uhm…
La naranjita se quedó pensativa. ¿Lo sabría…? La pequeña bola redonda a la mitad se fue de nuevo al lago. De repente se vería en su reflejo y pensaría que solo ella era su única compañía. Solo ella. Inesperadamente otra cosa igual a ella se asomó a su reflejo. La naranjita pestañeó. ¿Era una ilusión? Achicó los ojos y trató de enfocar mejor. ¡Era cierto! El otro reflejo era… ¡otra mitad de naranja!
–Aquí estás… –susurró la naranja.

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