Una anécdota

Saturday, February 27, 2010 9:11 AM Posted by Louisianee
Hace un tiempo hice un propedéutico para entrar a la facultad de Arquitectura y estudiar Diseño Gráfico.... he aquí lo que pasó.

No dormí absolutamente nada. Terminé el trabajo, lo guardé –o eso creí–, me duché, me vestí, me arreglé y salí casi apurada. A la esquina desaceleré mi paso y me tranquilicé. Llegaría temprano. Últimamente he pensado que a pesar de todo, tengo buena suerte. Es decir, llevo más de una semana sin dinero y justo voy contando a ver si me alcanza para tomar el metrobus, me subo y la máquina de tickets se encuentra bloqueada. Enseñé un ticket viejo y expiradísimo, el chofer me dejó pasar. Otro día más que me salvo. No lo sé… Siempre me toca subirme al único metrobus que tiene la maquinita aquella dañada y resulta que no debo comprar otro ticket.

El problema radicaba ya en el ticket para el metro. Tenía cinco bolívares y el ticket cuesta cuatro con cincuenta. Vale, fui y pagué… el tipo de caja me dijo algo que no entendí por estar escuchando música, pero me dio algo igual y seguí mi camino.

Era el comienzo de otro día agotador.

Lo primero que hice al salir de la estación fue correr a tomar el periódico. Me encanta leer el periódico por la mañana. Lo tomé y caminé distraídamente leyéndolo. Iba lento. En determinado lugar dejé de leerlo por cuestiones de andar más al pendiente del tráfico y demás. Sin embargo mi mirada se iba al piso y cabizbaja andaba. No quería ver a nadie y mucho menos que me vieran. Otro de esos días en los que simplemente quiero ser invisible, supongo que les pasa a todos.

Llegué y ni ánimos tuve de decir buenos días al de la puerta. No, mentira… él no estaba, es cierto. Pasé de largo y entré al salón sin decir nada. Me senté detrás de Aarón. Sabía que era su puesto por su bolso, pero ni me tomé molestia de preguntar. Leí el periódico un momento más y me levanté con pendrive en mano para dárselo a uno de mi equipo.
–Aquí tienes, imprime el trabajo –le dije y voltee a ver mi periódico nuevamente. No tenía ganas de hablar. Me sentía algo débil y de hecho estaba algo preocupada por el pequeño miedo a desmayarme en cualquier lugar. Juan se fue con Pedro a imprimirlo en yo no sé dónde.

Luego de un rato regresaron y Juan* me entregó un documento de siete páginas. Lo vi, fruncí el ceño.
–El trabajo que hice tiene treinta páginas –mencioné mientras tomaba en manos el mencionado.
– ¿En serio? –preguntó él.
Me provocó preguntarle si al menos había leído el contenido de lo que estaba imprimiendo. Obviamente no vio el trabajo antes de imprimirlo, porque el odioso documento estaba incompleto.

Una oleada de frustración, decepción y rabia me invadió, me inundó y me destruyó como un tsunami lo haría. No sé si era por estrés, por sueño, por distracción o qué –no vale la pena indagar demasiado en algo irrelevante–, pero había guardado el documento en el disco duro y no en el pendrive…
Faltaban pocos minutos para que el profesor llegara y siendo apenas las ocho de la temprana mañana, mi día ya estaba arruinado.
–El trabajo era de treinta páginas –dije con la vista fijada en las letras del diario.
–Pero ese era el trabajo que estaba.
–Yo lo hice entero…
–Sólo estaba ese.
– ¿No entiendes? No lo guardé donde era –un nudito se hizo en mi garganta, no quería pronunciar ni una sílaba más.
Le hice un ademán de que se fuera. Realmente ni deseaba verlo, ni a él ni a Pedro ni a los otros del equipo, excepto a María.

Me quedé un rato con la vista sobre el papel pensando en qué le iba a decir al profesor. No tenía el trabajo, ni la presentación de powerpoint y dudaba demasiado poder hablar con propiedad en tal estado de hipersensibilidad, estrés y… y todo.

Para eso había estado absolutamente toda la noche trabajando, en vela. Para eso había descuidado mi habitación, mi cabello, mi rostro, mi todo. Para eso había pasado treinta horas sin dormir. Por un momento me quise morir, de rabia y decepción. Respiré profundo y me concentré en las noticias, que el día de hoy estaban muy interesantes.

No sólo hice esa tesis entera yo sola, también hice el trabajo que tocaría exponer mañana. Hice un trabajo entero, súper completo. Lo tenía todo listo, meditado, pensado ya. Sólo esperaba ver aquella muestra de dignidad que dan los seres humanos, o al menos el agradecimiento por una ayuda de tal magnitud. Uno de ellos se acercó a mí y me preguntó por los trabajos.
– ¿Después de una semana es que vienes a preguntarme? –cuestioné.
–Era para hoy.
– ¿Cuál? ¿Cuál de los trabajos era para hoy?
–Los dos que la profesora nos dio tiempo de entregar –dijo casi con timidez.
–Hablas y no dices nada –afirmé mientras posé mis ojos de nuevo en el periódico.
–La profe dijo que nos daba la oportunidad de que lo entregáramos hoy.
– ¿En serio? ¿Por qué no me dijeron? –voltee a verlo.
–No sé. ¿No te dijeron?
–A mi sólo me dijeron que era para el jueves todo –expliqué con calma.
–Yo no sabía que tú lo ibas a hacer –dijo él.
–Ah… ¿entonces quién? ¿Si tú sabías que era para hoy por qué no lo recordaste? Si nadie más lo había hecho ¿por qué no lo hiciste tú?
Se quedó en silencio y comenzó a balbucear cosas sin sentido. Que si “es que yo… y… no sé… este… yo…”. Detesto a la gente que balbucea idiotamente. Estuvo tratando de buscar una excusa, pero no tenía. Miré el periódico y le dije que se retirara, que el trabajo de Recursos Naturales lo estaba haciendo Pedro. Se lo dije porque es verdad. Un día Pedro se conectó y me dijo que estaba haciendo el trabajo de nuevo porque estaba en casa de su abuela. Vale, lo dejo en sus manos, pues. Ése lo dejé a su cargo en el preciso momento en que dijo que lo estaba haciendo. Y me lo pasó y ahora estoy recordando que aquí lo tengo. Hahahá. Okei, en un rato lo acomodaré, seguro está lleno de errores ridículos y absurdos. ¿Qué he merecido para sufrir la ira producida por un equipo de imbéciles?

Retomemos lo que nos han explicado algunos filósofos con la etimología de la palabra imbécil, viene de bacculus, que es bastón; es decir, imbécil es el que se apoya en un bastón. No hablo de las personas discapacitadas, sino de los que necesitan de los demás para poder andar. Esas personas reactivas que no pueden ser suficientemente independientes como para arreglárselas. Siento cierta aversión por estas personas que no pueden inventar para salir de un lío y que necesitan que otra persona esté dándoles órdenes para así sentirse privados de libertad y poder aplicar una excusa con argumento estúpido de “ella tenía que hacerlo, y éste fue el punto que me dio para preparar”. No, no debemos enfrascarnos en “el punto que voy a tratar”. Si somos un equipo y vamos a exponer sobre algo global, no es que sólo sepamos del punto del que vamos a hablar, sino que tengamos conocimiento de todo el trabajo en conjunto.

Sinceramente me siento bastante decepcionada de estas personas que pensé que tenían iniciativa. No, se han quedado dormidos a la orilla como camarones que se lleva la corriente. Esperando a que otros hagan un trabajo en el que todos debemos cooperar, en el que la sinergia debe estar presente.

En fin. Hace unos minutos entendí algo que me había preguntado desde pequeña. Uno cuando pequeño habla bastante y fastidia a los adultos. Yo soy muy buena con los niños, me encanta oírlos y jugar con ellos. En esta ocasión estaba yo fregando los platos y se acercó mi sobrina.
– ¿Quieres oír un chiste? –preguntó.
–No –contesté secamente.
–Bueno –en ese momento en que yo me percaté que iba a decirlo de igual manera, miré hacia arriba y casi suspiré resignada sin querer a escuchar las palabras de la niña. No es que no la quiera, la amo y la adoro; pero estoy, si, estoy, tan molesta y estresada que no quería saber nada–, un tipo va y le dice a sus amigos: “Voy a viajar al sol”; a lo que sus amigos responden: “te vas a quemar”; el tipo ríe y dice: “¡No, porque voy a ir de noche!”.

Empezó a reír y yo la miré inexpresivamente. No me reí y ella solo se fue, sin inmutarse tampoco por mi seriedad. Entendí aquellos días en que me decían que tenía pilas de radio porque no dejaba de hablar. Entendí aquellas veces en que los adultos simplemente parecían obstinados. Entendí todo porque en ese momento (bueno, este momento) estaba del otro lado, del lado del obstinado. Pero ya me estoy acostumbrando a un ritmo de vida que no pensé que tendría; a unas presiones que no pensé que me dañarían de alguna manera. Porque estoy cansada, estresada; tengo sueño y hambre.

Esa es otra. No he comido bien en dos semanas. Mi hermana me llamó percha refiriéndose a mi estado de delgadez. Los pantalones se me andan cayendo. Bah, mejor (¿?), así vuelvo a mi figura. Hahahá.

Primero el profe dijo que expusiéramos sin lámina ni material, ni trabajo. Yo me negué rotundamente. Me niego, me niego, me niego a hacer una exposición en tales condiciones. Mis compañeros me apoyaron a que lo hiciera, que al menos valdría un par de puntos. Dijeron que confiaban en que lo haría bien, que estaban seguros de que sabría hacerlo. Intentaron animarme y eso sólo me conmovió, hizo que me provocara romper en un ridículo llanto. De todos modos me quedé inmóvil y necia.

El otro equipo expuso y me quedé dormida sin querer (totalmente). Cuando desperté apenas estaban terminando y se habían llevado bastante tiempo. En ese momento podría decirse que “me salvé”. El profesor dijo que podíamos exponer el viernes.

Bueno, otro día más sin desayunar. Dicen que el desayuno es la comida más importante, ¿no? Para mi la comida más importante es la que puedo ingerir, y ya. No tengo tiempo para preocuparme por comer bien. Ni siquiera tengo plata ahora para andar comprando comida en la calle. Además, en la casa en la que vivo pues nunca me dan de comer. Bah, eso no importa. Como siempre he dicho, yo soy bien fuerte y puedo soportar eso y más.

A pesar de todo he venido tomando todo con un poco más de ánimo. Ya sé que tengo cara de –censurado– todo el tiempo ahora, pero imagínense si no estuviera animada… Sería una especie de ogro, tal vez. Me tachan de chocante y antipática. Es mejor ser chocante y en leves cantidades, a ser realmente un monstruo furioso e histérico con síndrome pre-menstrual.

En fin, luego de un día de atormentante idiotez abundante en el ambiente donde me toca desarrollarme, por fin llegó la adorada hora de salir de ese horrible y frío lugar que llamamos salón de clases. Le di el pendrive a Gloria para que imprimiera el trabajo de la exposición de mañana. Le dije claramente que tenían que repartirse sus puntos, etc.

Supongo que fue, porque no la vi más. Luego salí y la vi. Entonces vino hacia mí y me dijo:
–La profe sólo quería una exposición con láminas, no un trabajo –me lo dijo como si me quisiera decir tonta por no haber hecho una lámina directamente sino un recopilado de todo de lo que se iba a hablar. Me molestó.
–Vale, entonces devuélveme el trabajo, a ver qué coño te estudias para mañana o qué pones en la lámina de mierda que seguro haces, estúpida –le dije… Bueno, no, mentira. Lo pensé… Lo pensé de veras.
Me contuve, respiré profundo. No soy tan mala. No soy tan cruel como antes.
–Mira, el trabajo está para que ustedes sepan qué van a decir en la exposición, o sea, se repartan sus puntos y se los aprendan. Éste es para ustedes.
Se quedó mirándome con cara de idiota, por poco se babea.
–Pero la profe lo que quiere es una lámina –balbuceó.
–Lo sé, la lámina la harás tú.
–Pero yo no sé hacer una lámina –explicó con ojitos de perrito regañado.
No cambié mi inexpresiva expresión. Sin embargo señalé a los otros.
–Ellos seguro saben cómo hacerla –los miré por un par de segundos nada más.
Di la vuelta y seguí mi camino, pues mis otros compañeros ya habían avanzado.

Quiero decir, hice todo el trabajo, con introducción y conclusiones. Todo está hecho, todo servido en bandeja de plata. ¿Y todavía esperan que también haga la lámina? No joda ¿Un papel idiota fácil de hacer que puede terminarse en un par de minutos? Claro, es bien fácil. Yo podría hacerlo. Pero, qué va, estoy muy cansada y ocupada como para hacer eso. Además, les estoy dando la oportunidad de hacer “algo” o ¿no? Es decir, si hiciera el trabajo y también la lámina sin participación alguna de ninguno de ellos podría fácilmente aplicar para que les pongan cero por no cooperar y hacer que reprueben la puta evaluación. La lámina la tienen que rellenar de información, les di la información, la imprimieron y como ciegos fueron hacia mí por no saber qué hacer.

¿Es muy difícil? Tener más de dieciocho años y no saber hacer un mapa conceptual, mental, esquema o algo parecido en un papelote es algo retorcidamente triste. ¿Muy difícil escribir un par de cosas bien resumidas?

Sólo tengo una palabra para eso: DECEPCIÓN.

Bueno, por ahora doy por terminado este día, digo el día porque apenas son las 10:00 p.m. o sea, faltan horas y horas para que me vaya a… ¿dormir? Sí, si es que duermo. Me voy a hacer lo de Recursos Naturales y Desarrollo Sostenible.

Nos vemos mañana, Word <3~>




Y eso fue lo que pasó el 15 de julio... Y ¿valió la pena? NO. Al final no quise estudiar Diseño Gráfico nwn

El viernes que me tocó la exposición la hice excelente nwn, con una muy linda presentación y un trabajo lo más de completo. ¿Cabe decir que saqué a mis compañeros de mi equipo?



*Los nombres han sido cambiados (?).

1 Response to "Una anécdota"

  1. hhyyooggaa Says:

    Creo que nunca había terminado de leer esto completo... pos... qué risa... xD

    Ahora te hago la competencia... Mwajajaja... voy a abrir la Poencia Elocuética... Mwajajaja... la cosa es ver qué escribo... xD

    :D

    (K)<3