Louisianee

Oh sí, en esa época –hablo de los noventas– no te podías esperar que una mano amiga te ayudara con esos fashion disasters, y si lo hacía, estabas en malas juntas. Tenías que investigar tú misma… pero ¿internet? Sí, claro… Estaba en la época de las revistas de moda y fashion en Milán, Paris, Tokyo y New York.

Es esa época de la ñoñez en la que la salvación –en ese caso– era poner bajo una lupa la actuación de las “niñas nice”. Claro, en cuestión de moda, ya que ponerse a pelear por chicos o hablar solo de eso, es aún más triste que ser nerd. O no lo sé. Oh, ya me surgió la duda (¿?).

Ver sus técnicas de maquillaje fueron útiles, ¿pero qué tanto puedes aprender de unas chicas a las que ves todos los días en uniforme escolar? Es ahí donde entran las revistas…
–Mamá, cómprame esta revista –señalando la “Tú”.
–¿En serio? No parecen cosas tuyas… ¿Por qué no te llevas este mini atlas mundial?
–Ya tengo un atlas enciclopédico de tres tomos de 1360 páginas… ¡Quiero esta revista!
–“Tú” ¿eh…? ¿Y de qué es?
–De niñas.
–Ah, de niñas… ¿Donde les dicen a las adolescentes como tú cómo usar métodos anticonceptivos?
–¿Qué? Nooo… no sé… –aunque la verdad era que sí.
–Pues no te lo compro… Toma, confórmate con un Condorito.

Está bien. Jamás tuve una revista Tú. Las tenía prestadas, como casi todo el material “difícil para las madres” que puede tener una adolescente. Creo que esa fue la manera de salvarme de esto.


De todas formas, no recomiendo esas revistas… Primero, porque pasaron de moda, hahahaha. Segundo, porque no ayudan sino en… nada, pero aún pueden llenarles la cabeza de idioteces a nuestras pequeñas. Y tercero porque… estamos en una nueva época, en la que la libertad de vestirse yace hasta en las más pequeñas manos. Dejémoslas que se vistan solas, ¡pero por Dios, así no!